José Martí. Frases geniales

 Al final de cada pensamiento martiano aparecen en números romanos el tomo de las Obras Completas de José Martí  -edición de 1975- y en números arábigos las páginas en que el mismo se encuentra, esto permitirá ubicar en qué fecha, lugar, circunstancia o texto fue escrita dicha frase e indicar su legitimidad.

FRASES MARTIANAS

 

  • Entiendo, al fin, que el amor de la mercancía turbe el espíritu (I.90).
  • Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas (I.93).
  • Mover un país, por pequeño que sea, es obra de gigantes. Y quien no se sienta gigante de amor, o de valor, o de pensamiento, o de paciencia, no debe emprenderla (I.167-168).
  • El dar la vida sólo constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente (I.178).
  • Decir es hacer, cuando se dice a tiempo. Y honrar a los que cumplieron con su deber es modo más eficaz que se conoce hasta hoy de estimular a los demás a que lo cumplan (I.262).
  • La guerra es, allá en el fondo de los corazones, allá en las horas en que la vida pesa menos que la ignominia en que se arrastra, la forma más bella y respetable del sacrificio humano (I.317).
  • La generosidad congrega a los hombres y la aspereza los aparte. El elogio oportuno fomenta el mérito, y la falta de elogio oportuno lo desanima. Sólo el corazón heroico puede prescindir de la aprobación, humana, y la falta de aprobación mina el mismo corazón heroico. El velero de mejor maderamen cubre más millas cuando lleva el viento con las velas que cuando lo lleva contra las velas. Fue suave el yugo de Jesús, que juntó a los hombres. La adulación es vil, y es necesaria la alabanza (I.369).
  • A nada se va con la hipocresía. Porque cerremos los ojos, no desaparece de nuestra vista lo que está delante de ella. Con ponerle las manos al paso, no se desvía el rayo de nuestras cabezas (II.61).
  • Lucha es la vida y no hay que rehuirla. Sólo los que se saben sacrificar llegan a la vejez con salud y hermosura (II.116).
  • Unos hombres sirven de puntales, y otros hombres necesitan de ellos (II.133).
  • La sublimidad está en el fondo del corazón del hombre, y no se muestra entera hasta que la sacudida no es tan viva que llegue al fondo del corazón (II.170).
  • La pobreza pasa: lo que no pasa es la deshonra (II.361).
  • Lo honrado es la brega: y no ver, con los brazos cruzados, cómo bregan otros (II.404).
  • Yo, si vivo, me pasaré la vida a la puerta del horno, impidiendo que le nieguen pan a nadie y menos, por la lección de la caridad, a quien no trajo harina para él (II.404).
  • Es necesario que nos pongamos elegantes, porque a los hombres no se les juzga por lo que son, sino por lo que parecen, y porque hay razón para juzgar mal a quien no cuida del respeto y buena apariencia de su persona.
  • Mientras haya un hombre alto, todos los hombres tienen el deber de aspirar a ser tan altos como él. El hurón se mete por los rincones de la tierra. El águila sube vencedora por el aire. A mí me gusta más el cielo que las cuevas (II.405).
  • Yo no trabajo por mi fama, puesto que toda la del mundo cabe en un grano de maíz (II.459).
  • No hay igualdad social posible sin igualdad de cultura (III.28).
  • Los enemigos de la libertad de un pueblo, no son tanto los forasteros que lo oprimen, como la timidez y la vanidad de sus propios hijos (III.75).
  • La discreción, que es la forma suprema de la inteligencia, se junta muy raras veces a la honradez (III.126).
  • Al placer se despiertan los hombres solos. Al deber ha de haber quien les toque en la puerta todos los días (III.126).
  • El tesón y unidad de una obra difícil sólo sin inteligibles para quienes sean capaces de ella. Quien no entiende de desinterés y de conjunto, no los entiende en los demás. Los que se niegan. Es el estigma de la pequeñez propia, el suponer la pequeñez ajena. Se comprende que el marquero, con el hierro encendido, clave la marca al toro, que es bestia, y resiste: no que el toro se clave la marca, ni guíe con la pezuña al marcador sobre los toros hermanos, ni reclama, con la lengua callosa al hierro de su oprobio (III.155).
  • Sólo los débiles se enojan. El hombre fuerte, aun al caer, sonríe (III.265).
  • Escasos, como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sientes con entrañas de nación, o de humanidad (IV.110).
  • Adivinar es un deber de los que pretender dirigir. Para ir delante de los demás, se necesita ver más que ellos (IV.193).
  • El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber (IV.247).
  • En la mejilla de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre (IV.270).
  • Las etapas de los pueblos no se cuentan por sus épocas de sometimiento infructuosa, sino por sus instantes de rebelión. Los hombres que ceden no son los que hacen a los pueblos, sino los que se rebelan. El déspota cede a quien se le encara, con su única manera de ceder, que es desaparecer: no cede jamás a quien se le humilla. A los que le desafían respeto, nunca a sus cómplices. Los pueblos, como las bestias, no son bellos cuando, bien trajeados y rollizos, sirven de cabalgadura al amo burlón, sino cuando de un vuelco altivo desensillan al amo (IV.324).
  • El egoísmo es la mancha del mundo, y el desinterés su sol. En este mundo no hay más que una raza inferior, la de los que consultan, antes que todo, su propio interés, bien sea el de su vanidad o el de su soberbia o el de su peculio: -ni hay más que una raza superior: la de los que consultan, antes que todo, el interés humano (IV.325).
  • Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y deshacen (IV.413).
  • La personalidad individual sólo es gloriosa, y útil a su poseedor, cuando se acomoda a la persona pública (IV.473).
  • Los libros que definen, calman. En toda palabra, ha de ir envuelto un acto. La palabra es una coqueta abominable, cuando no se pone al servicio del honor y del amor (V.108).
  • El que ha andado la vida y visto reyes, sabe que no hay palacio como la casa de familia (V.21).
  • Ni se ha de adorar ídolos, ni de descalzar estatuas (V.133).

 

  • El que vive de la infamia, o la codea en paz, es un infame. Abstenerse de ella no basta: se ha de pelear contra ella. Ver en calma un crimen, es cometerlo (V.168).
  • Sin sonrisa de mujer no hay gloria completa de hombre (V.234).
  • La música es la más bella forma de lo bello (V.294).
  • La madre, esté lejos o cerca de nosotros, es el sostén de nuestra vida. Algo nos guía y ampara mientras ella no muere. La tierra, cuando ella muere, se abre debajo de los pies (V.379).
  • De todas las congojas de la vida premian los hijos buenos (V.391).
  • Eso es enseñar: hacer hombres piadosos y útiles. (V.431)
  • Patria es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó nacer (V.468).                                       
  • Los estudiantes son obreros: unos trabajan la industria, otros trabajan la razón (VI.196).
  • Un hombre es el instrumento del deber: así se es hombre (VI.198).
  • La voz de los ancianos tiene algo de los otros mundos: tiene algo de religión, de paz no humana, algo de revelación y profecía (VI.201).
  • La forma cortés se impone, aún cuando no tenga razón (VI.214).
  • La fraternidad no es una concesión, es un deber (VI.227).
  • El exceso de soberbia daña, pero el exceso de humildad lastima y deshonra (VI.273).
  • La amistad es tan hermosa como el amor, es el amor mismo, desprovisto de las encantadoras volubilidades de la mujer (VI.307).
  • Se es hombre para serlo. Hombre es algo más que ser torpemente vivo: es entender una misión, ennoblecerla y cumplirla (VI.332).
  • Hay distintas maneras de responder a las gentes; para algo hizo la naturaleza los pies diferentes a las manos (VI.363).
  • Para pedestal, no para sepulcro, se hizo la tierra, puesto que está tendida a nuestras plantas (VI.369).
  • La mujer desnuda no es indudablemente la forma más bella de mujer (VI.412).
  • El genio no es una personalidad, es una fuerza. Odia a toda opresión, y la de la razón primero que todas. Se revela: no se le piensa (VI.453).
  • La nueva religión: no la virtud por el castigo y el deber; la virtud por el patriotismo, el convencimiento y el trabajo (VII.120).
  • La riqueza exclusiva es injusta. Sea de muchos; no de los advenedizos, nuevas manos muertas, sino de los que honrada y laboriosamente la merezcan (VII.134).
  • Saber leer es saber andar. Saber escribir es saber ascender [...] Una escuela es una fragua de espíritus, ¡ay de los pueblos sin escuelas! ¡ay de los espíritus sin temple! (VII.156).
  • Amar: he aquí la critica (VII.199).
  • La montaña acaba en pico; en cresta la ola empinada que la tempestad arremolina y echa al cielo; en copa el árbol; y en cima ha de acabar la vida humana (VII.229).
  • Caballo de paseo no gana batallas. No está en el divorcio el remedio de los males del matrimonio, sino en escoger bien la dama y no cegar a destiempo en cuanto a las causas reales de la unión (VII.235).
  • ¡No! ¡la vida humana no es toda la vida! ¡La Tumba es vía y no término! (VII.236).
  • Sólo hay una cosa comparable al placer de hallar un amigo: el dolor de perderlo (VII.273).
  • Basta, para ser grande, intentar lo grande (VII.283).
  • Quedan los hombres de acto; y sobre todo los de acto de amor. El acto es la dignidad de la grandeza (VII.327).
  • Honrar, honra (VIII.135).
  • Si se es honrado y se nace pobre, no hay tiempo para ser sabio y ser rico. ¡Cuánta batalla ganada supone la riqueza! ¡y cuánto decoro perdido! (VIII.161).
  • La Humanidad no se redime sino por determinada cantidad de sufrimiento, y cuando unos la esquivan, es preciso que otros la acumulen, para que así se salven todos (VIII.185).
  • La grandeza de los caudillos no está, aunque lo parezca, en su propia persona, sino en la medida en que sirven a la de su pueblo (VIII.233).
  • La felicidad existe sobre la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón, el conocimiento de la armonía del universo, y la práctica constante de la generosidad. El que la busque en otra parte, no la hallará (VIII.289).
  • Mejor es evitar la enfermedad que curarla. La medicina verdadera es la que precave (VIII.302).
  • El indio es discreto, imaginativo, inteligente, dispuesto por naturaleza a la elegancia y a la cultura. De todos los hombres primitivos es el más bello y el menos repugnante (VIII.329).
  • O se hace andar al indio, o su peso impedirá la marcha. (VIII.329)
  • Ni de las riendas de su caballo debe desasirse el buen jinete; no de sus derechos el hombre libre. Es cierto que es más cómodo ser dirigido que dirigirse; pero es también más peligroso. Y es muy brillante, muy animado, muy vigorizador, muy emnoblecedor el ejercicio de si propio (IX.105).
  • En la escala moral de fiera a hombre, hay sus grados, como en la escala zoológica. La victoria está en humillar la fiera (IX.165).
  • Debe ser ley en los tribunales el ahorro de la vida humana. Debe ser culto en las familias el horror al crimen (IX.217).
  • Los tiempos no son más que estos: el tránsito del hombre-fiera al hombre-hombre (IX.255).
  • Todo hombre nace rey: la labor está en hallar en sí los útiles con que se hace el trono (IX.339).
  • ¡El escudo de la tierra debía ser una mano de hombre! (IX.415).
  • Perdonar es vencer (IX.488).
  • Sin razonable prosperidad, la vida, para el común de las gentes, es amarga; pero es un cáncer sin los goces del espíritu (X.63).
  • ¡Oh almas infelices, aquellas exclusivamente consagradas al logro, amontonamiento y cuidados del dinero! (X.84).
  • ¡Feliz el que desdeña lo que tantos se disputan! La indiferencia del poder es la prueba más difícil y menos frecuente de la grandeza del carácter (X.177).
  • Crece un hombre bien casado. El mal casado decrece. O si se mantiene en alto, será con agonía, y sobre puntales (X.178).
  • Todos los que han pecado, tienen simpatía secreta por los pecadores (X.189).
  • Ni rey sobre el derecho político, ni rey sobre la conciencia. Por encima del hombre, sólo el cielo (X.262).
  • A un vil se le conoce en que abusa de los débiles. Los débiles deben ser como los locos eran para los griegos: sagrados (X.288).
  • La mujer es la nobleza del hombre (X.306).
  • Como la mujer de la Biblia, esta arca santa de los pueblos, que debe ser la prensa. No hay monarca como un periodista honrado (X.381).
  • El gobierno de los hombres es la misión más alta del ser humano, y sólo debe fiarse a quien ame a los hombres y entienda su naturaleza (X.449).
  • La honradez debía ser como el aire y como el sol, tan natural que no se tuviera que hablar de ella (XI.20).
  • La enseñanza ¿quién no lo sabe? es ante todo una obra de infinito amor (XI.82).
  • No es que falte a la mujer capacidad alguna de las que posee el hombre, sino que su naturaleza fina y sensible le señala quehaceres más difíciles y superiores (XI.135).
  • Nadie tiene el derecho de dormir tranquilo mientras hay un solo hombre infeliz (XI.171).
  • ¡Tiene tanto el periodista de soldado! (XI.195).
  • El arte de escribir ¿no es reducir? La verba mata sin duda la elocuencia.
  • Hay tanto que decir, que ha de decirse en el menor número de palabras posibles: eso sí, que cada palabra lleve ala y color (XI.196).
  • Mientras haya un pobre, a menos que no sea un perezoso o un vicioso, hay una injusticia (XI.209).
  • Pescar es combatir, es ver en la sombra, es conocer los misterios de la naturaleza, es adivinar los hábitos del enemigo oculto, es demostrar en la pelea con el animal que es una bestia superior: por eso les lucen los ojos a los pescadores (XI.214).
  • ¡La iglesia y la libertad pueden vivir unidas! (XI.245).
  • Desde los juguetes del niño, se elaboran los pueblos (XI.377).
  • El talento, es el deber de emplearlo en beneficio de los desamparados. Por ahí se mide a los hombres. Solo es dueño exclusivo de aquello que se crea. El talento viene hecho, y trae consigo la obligación de servir con él al mundo, y no a nosotros, que no nos lo dimos. De modo que emplear en nuestro beneficio exclusivo lo que es nuestro, es un robo. La cultura, por lo que el talento brilla, tampoco es nuestra por entero, ni podemos disponer de ella para nuestro bien, sino es principalmente de nuestra patria, que nos la dio, y de la humanidad, a quien heredamos. Es un ladrón el hombre egoísta. Es un ladrón el político interesado (XII.43¾44).
  • ¡Cansa tanto la vida! En la calle nos debíamos quitar el sombrero cuando pasan los ancianos (XII.45).
  • ¡Grande es la lengua, cuando sirve para edificar, a golpes de cuchara de albañil, como la cola del castor!
  • Calla, decía el antiguo, o di algo mejor que callar. Las lenguas que destruyen debían ser clavadas al cielo de la boca, como las astillas con que cazan los negros a los cocodrilos (XII.55).
  • También la fuerza tiene su deber, que es el respeto a la debilidad (XII.240).
  • Orador no quiere decir pintor de decoraciones ni artista buhonero que va cargando de cintas y de carreteles, sino hombre en quien se hace lava, que brota y chispea al fuego, la adivinación, el juicio, el juicio, la verdad que busca en vano la salida por los labios más tímidos o torpes (XII.262).
  • Un país no es montón de tierra, porque todos los montones de tierra son iguales, sino el conjunto de instituciones domésticas y públicas que hacen en él decorosa y próspera la vida. Si en la tierra en que no nacimos hallamos la libertad y la felicidad para que nacimos, esa es nuestra tierra, -y no aquella donde no la hayamos, aunque hayamos nacido en ella (XII.385).
  • Los malos solo se abren camino por entre las divisiones de los buenos (XII.465).
  • Para ver bien se necesita ser sabio, y olvidar que se lo es (XII.23).
  • Puesto que a vivir viene el hombre, la educación ha de prepararlo para la vida. En la escuela se ha de aprender el manejo de las fuerzas con que en la vida se ha de luchar. Escuela no debería  decirse, sino talleres. Y la pluma debía manejarse por la tarde en las escuelas; pero por la mañana, la azada (XIII.53).
  • Un orador brilla por lo que habla, pero definitivamente queda por lo que hace (XII.55).
  • El trato exclusivo con lo sobrehumano aleja naturalmente al espíritu de las soluciones meramente humanas. Quien tiene lo extraordinario en sí sin contar con lo que le añade lo extraordinario en la Historia, Letras y Artes, ya está mal preparado para legislar en lo ordinario. Un águila no anda a trote: -y esa es la vida- ¡hacer trotar un águila! (XIII.67).
  • El silencio es el pudor de los grandes caracteres; la queja es una prostitución del carácter (XIII.88).
  • Lo que en el militar es virtud, en el gobernante es defecto. Un pueblo no es un campo de batalla. En la guerra, mandar es echar abajo; en la paz, echar arriba. No se sabe de ningún edificio construido sobre bayonetas (XIII.123).
  • El sufrimiento es menos para las almas que el amor posee; la vida no tiene dolores para el que entiende a tiempo su sentido (XIII.134).
  • Los talentos, para ser eficaces, han de reunir en sí ambos sexos: el hombre, que invade; la mujer, clemente (XIII.147).
  • No hay espectáculo, en verdad, que el de los talentos serviles (XIII.158).
  • Si hay algo sagrado en cuanto alumbra el Sol, son los intereses patrios. Es natural y humano que el hombre piense constantemente en sí, aun en sus actos de mayor abnegación y descuido de sí propio, y procure conciliar su adelanto personal y la utilidad pública, y servir a esta de modo que resulte aquel favorecido, o no muy dañado (XIII.161).
  • Nadie pregunte el secreto de tanta existencia despiadada, desviada, frustrada, incompleta; es el desarreglo del hogar (XIII.171).
  • ¡Es vieja ya la idea del mando! Manda sólo, y mandará siempre de veras, el que haya traído consigo de la Naturaleza el derecho de mandar. Y el más cortés es el mejor obedecido (XIII.421).
  • ¡Oh divino arte! El arte, como la sal a los alimentos, preserva a las naciones (XIII.482).
  • La política es el arte de inventar un recurso a cada nuevo recurso de los contrarios, de convertir los reveses en fortuna; de adecuarse al momento presente, sin que la adecuación cueste el sacrificio, o la merma importante del ideal que se persigue; de cegar para tomar empuje; de caer sobre el enemigo, antes de que tenga sus ejercitos en fila, y su batalla preparada (XIV.60).
  • Las almas exaltadas, inspiradas en el amor a lo grande, cuando no lo encuentra en casa, lo buscan fuera (XV.27).
  • ¿Gana algo el esqueleto con saber que es hueso?
  • ¿Es mejor el pantano o saber que es mi asma? (XV.73).
  • Yo se de un pesar profundo
  • Entre las penas sin nombres:
  • ¡ La esclavitud de los hombres
  • es la gran pena del mundo! (XVI.112).
  • ¡Amor es que dos espíritus se conozcan, se acaricien, se confundan, se ayuden a levantarse de la tierra, se eleven de ella en un solo y único ser;  -nace en dos con el regocijo de mirarse;  -alienta con la necesidad de verse. -Concluye con la imposibilidad de desunirse! -No es torrente; es arroyo; no es hoguera, es llama, no es ímpetu, es paz (XVIII.48-49).
  • El niño ha de trabajar, de nadar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso. Pero nunca es niño más bello que cuando trae en sus manecitas de hombre fuerte un flor para su amiga, o cuando lleva del brazo a su hermana, para que nadie se la ofenda: el niño crece entonces, y parece un gigante: el niño nace para caballero, la niña nace para madre (XVIII. 301).
  • Libertad es el derecho que tiene todo hombre a ser honrado, y a pensar y hablar sin hipocresía. En América no se podía ser honrado, ni pensar, ni hablar. Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado. Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado. Un hombre que se conforma con obedecer las leyes injustas, y permite que pisen el país en que nació los hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado. El niño, desde que puede pensar, debe pensar en todo lo que ve, debe padecer por todos los que no pueden vivir con honradez, debe trabajar por que puedan ser honrados todos los hombres, y debe ser un hombre honrado. El niño que no piensa en lo que sucede a su alrededor, y se contenta con vivir, sin saber si vive honradamente, es como un hombre que vive del trabajo de un bribón, y está en camino de ser bribón. Hay hombres que son peores que las bestias, porque las bestias necesitan ser libres para vivir dichosas: el elefante no quiere tener hijos cuando vive preso: la llama del Perú se echa en la tierra y muere, cuando el indio le habla con rudeza, o le pone más carga de la puede soportar. El hombre debe ser por lo menos, tan decoroso como el elefante y como la llama. En América se vivía antes de la libertad como la llama que tiene mucha carga encima. Era necesario quitarse la carga , o morir.
  • Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres, van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana (XVIII.304-305).
  • Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de luz (XVIII.305).
  • Después del mar, lo más admirable de la creación es un hombre (XIX.15).
  • Los pueblos inmorales tienen todavía una salvación: el arte. El arte es la forma de lo divino, la revelación de lo extraordinario. La venganza que el hombre tomó al cielo por haberlo hecho hombre, arrebatándole los sonidos de su arpa, desentrañando con luz de oro el seno de colores de sus nubes. El ritmo de poesía, el eco de la música, el éxtasis beatífico que produce en el ánimo de la contemplación de un cuadro bello, la suave melancolía que se adueña del espíritu después de estos contactos sobrehumanos, son vestimentos místicos, y apacibles augurios de un tiempo que será todo claridad (XIX.17).
  • Un viejo rico no debe mofarse de un nuevo rico, porque todos vinieron, en uno o dos grados de la misma madre­ -de la pobreza: del mismo padre- el trabajo. Un arado viejo no tiene razón de desdeñar a uno nuevo: el tiempo que separa al uno del otro no es motivo para burlas. Por mi parte, a mí me agrada más el hombre que acaba de usar el arado a otro que se ha olvidado de la manera de usarlo (XIX. 118).
  • Pensar es desencadenar. Es sentarse a ver volar, como de entre senos de nubes, bandadas de pájaros. - Noble tarea - ¡ pensar ! - (XIX. 134).
  • La fuerza de la pasión está contrapesada por la fuerza del interés. Un apetito insaciable de gloria lleva a los hombres al sacrificio, y a la muerte, pero un instinto innato los lleva al ahorro y a la vida. La nación que descuida una de esas fuerzas, muere. Hay que guiarlas juntas, cual la pareja de caballos de un carruaje (XIX. 154).
  • La libertad no es una bandera a cuya sombra los vencedores devoran a los vencidos y los abruman con su incansable rencor: la libertad es una loca robusta que tiene un padre, el más dulce de los padres - el amor, y una madre, la más rica de las madres ¾la paz. Sin mutuo amor, sin mutua ayuda, siempre un país raquítico. La dicha es el premio de los que crean, -y no de los que se destruyen (XIX. 156).
  • Los cariños son como flores, y uno no los debe tocar sino cuando la mano no le tiembla, no sea que les vaya a romper las hojas (XX. 149).
  • La elegancia ... está en el buen gusto, y no en el costo. La elegancia del vestido, -la grande y verdadera, -está en la altivez y fortaleza del alma. Un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas. Mucha tienda, poca alma. Quien tiene mucho adentro necesita poco afuera. Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo poco (XX. 219).

 

  • Frases geniales de José Martí es un acucioso pesquizaje en las zonas más profundas del amplio pensamiento martiano; rastreo que nos permite llegar que nos permite llegar a algunos momentos cumbres de la palabra iluminada por uno de los grandes pensadores de América, un hombre que no trabajó ni por fama ni por puesto, sólo, por el mejoramiento humano. En estas páginas podrás encontrar enseñanzas y sabiduría, las cuales han de enriquecerte.

 

      Frank Arteaga Pupo (Las Tunas, 1959).

 

     Es profesor  de Historia en la Universidad Pedagógica de Las Tunas. Ha impartido

     conferencias sobre la vida y obra de José Martí en las principales Universidades de

     Venezuela y Ecuador.