Dr. Abelardo Ramírez Márquez. Su proyección salubrista y administrativa como Maestro de la Salud Pública Cubana.

Hablar de Abelardo en pasado es imposible dada la vigencia de su pensamiento y la repercusión de su obra que se agiganta con el decursar de los años.

 

Fue un líder sumamente intuitivo, profundamente humano y con un sentido de la solidaridad y el compañerismo que traspasó las fronteras del sector de la salud.

 

Abelardo es una leyenda que nos acompaña cada vez que enfrentamos una situación difícil en nuestra vida como salubrista y directivo y nos indica con el ejemplo de su vida como nunca se debe esquivar una situación por difícil que sea, sino todo lo contrario, saber enfrentarla con valentía, coraje y pensamiento estratégico y aportar con ello una amplia gama de realizaciones a la institución y al sistema.

 

No fue un neófito ingenuo con respecto a la dirección de la salud pública. Su afán de superación se puso de manifiesto en su condición de graduado de la Maestría en Salud Pública, de ser Especialista de Primer y Segundo Grado en la Especialidad de Organización y Administración de Salud Pública, de su también condición de Licenciado en Ciencias Sociales. Ya enfermo, se presentó como un profesor más, a los ejercicios de oposición para optar por la categoría docente principal de Profesor Auxiliar, los aprobó satisfactoriamente.

 

Qué decir del extraordinario esfuerzo realizado para la obtención del grado científico de Doctor en ciencias de la salud.

 

Su labor como salubrista y administrador de salud es amplia citaré sólo algunas de ellas:

 

Quince años como Director Provincial de Salud, de ellos 9 en la capital del país, veinte en funciones de Viceministro de Salud.

 

Diseñó, desarrolló y colaboró en estrategias, de dirección y programas nacionales, citaré algunos de ellos:

 

Garantía y calidad de la Atención Médica; Desarrollo de las especialidades médicas; Acreditación a hospitales, Sociedades Científicas, Asociaciones no Gubernamentales (ANCI, ANSOC, ACLIFIM), Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas; Implementación y desarrollo del Programa Nacional de Medicamentos y de Medicina Natural y Tradicional, Grupo Nacional de Termalismo, Centro Latinoamericano de Desastres; Creación del Sistema Nacional de Vigilancia en Salud Pública y Unidades de Análisis y Tendencias en Salud (UATS) en los 3 niveles del Sistema de Salud; Desarrollo de Departamentos de Epidemiología Clínica en los servicios hospitalarios; Integración de la Higiene y Epidemiología a la Atención Primaria; Creación de la vicedirección de higiene y epidemiología al nivel de policlínicos; reorganización de la estructura orgánica y funcional de la Higiene y Epidemiología en el Sistema Nacional de Salud.

 

Nuestra generación aprendió a respetar a Abelardo por su habilidad, su capacidad como directivo, por sus logros y también por su sentido de la ética y de la solidaridad. Su naturaleza fuerte y combativa ante las contingencias contrastaba con su forma de emitir ordenes donde primaba la persuasión ante la rudeza; el convencimiento de la tarea a realizar ante la imposición; su talento ante la mediocridad que en determinado momento puede reinar en el sistema organizativo

 

Destacó su compromiso sincero con la Patria ante el oportunismo y la improvisación, que a veces es reina del desorden y el caos administrativo; su amabilidad y su creatividad ante la brutalidad y el acomodo. Era un estilista como cohesionador, querido por todos sus amigos, extremadamente respetados por sus pocos enemigos.

 

La oratoria es un don con el que se nace y en la práctica se perfecciona. "La palabra se ha hecho para decir la verdad y no para encubrirla", proclamó el Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí. Abelardo siempre proclamó lo que pensaba y su obra es el resultado de ser consecuente con lo pensado. Comprendió tanto a los hombres y mujeres que trabajamos con él o que acudían ante su presencia por un imperativo de la vida porque fue un hombre sencillo y de profunda conciencia humana.

 

Ahí radica la luz y el aparente misterio de su leyenda. "Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos", así se expresa en la obra "El Principito".

 

Seis años han transcurrido desde el momento de su desaparición física y todavía escuchamos anécdotas y comentarios de compañeras y compañeros que ponen de manifiesto sus dotes salubristas y administrativas como Maestro de la Salud Pública Cubana. A la vez que escuchamos con agrado estos pronunciamientos sinceros sobre una persona que como todo ser humano estuvo sujeto a las circunstancias en las cuales vivió y se desarrolló con las imperfecciones propias de toda obra humana dada la complejidad de la misma que se agiganta cuando de conducir y dirigir grupos humanos en coyunturas difíciles se trata, nos sentimos profundamente preocupados cuando no visualizamos en lo inmediato la presencia de relevos palpables de personas como Abelardo y el resto de sus compañeros de generación que supieron brillantemente continuar la obra de los fundadores de la salud pública cubana desde los tiempos de la Escuela de Higienistas Cubanos del siglo XIX y principios del siglo XX lídereada por Carlos Juan Finlay, primer epidemiólogo cubano.

 

La Escuela Cubanade Salud Pública es una realidad. Alguien la concibió como "aquella institución de la sociedad cubana que partiendo de profundos valores humanos, éticos, revolucionarios, históricos y solidarios, impregna a sus adeptos de profundos conocimientos de salud pública y de las ciencias de la dirección en salud que los posibilita para tomar decisiones acertadas ante los problemas de salud con énfasis marcado en los aspectos de promoción y prevención en todos los niveles del sistema, aplicando el enfoque sistémico-epidemiológico y tomando en consideración que la salud es un producto social y no la resultante sólo de las acciones de las instituciones propias del sector".

 

Muchos de sus fundadores y continuadores en la etapa revolucionaria aún nos acompañan pero se corre el riesgo de perder su continuidad histórica si no se atienden adecuadamente los fundamentos y bases que le dieron origen que parten del pensamiento salubrista del Comandante en Jefe expresado en el Programa del Moncada, transitan por la competitividad de la formación de directivos con una preparación teórico-práctica en Salud Pública y en Ciencias de la Dirección como ciencia general y en Ciencias de la Dirección de la Salud en particular. La aplicación sin adulteraciones de la Atención Primaria de Salud como estrategia clave y esencia del perfeccionamiento y desarrollo del Sistema Nacional de Salud; y el culto consecuente y decidido a la historia de la salud pública en Cuba como método para conservar y difundir la memoria histórica de Abelardo y tantos héroes más, muchos de ellos anónimos.

 

Los conocimientos de Abelardo sobre salud pública, ciencias de la dirección en salud y la aplicación del enfoque sistémico-epidemiológico eran notables. Su propia ejecutoria así lo demuestra.

 

Conocía perfectamente el valor del tiempo y la notable diferencia que existe entre lo importante y lo urgente. Hoy parece que todo lo urgente se nos echa encima en nuestro trabajo y la aplicación consecuente del enfoque contingencial es una costumbre de nuestra época. La rutina casi nos es desconocida debido a la cada vez mayor presencia de la entropía o lo urgente o improvisado en la gestión de los directivos.

 

Repetía en forma jocosa como pocos que las instituciones de salud "se dirigen con la cabeza y con los pies", refiriéndose a la necesidad del directivo en salud de tener conocimientos sólidos para poder conducir exitosamente grupos humanos y aplicar la gestión itinerante, tocar los problemas yendo al lugar donde se realizan las acciones concretas del sistema, hablar con los prestadores de servicios y con los usuarios de éstos en su quehacer diario.

 

Propugnaba la ética médica como una condición "sine qua non" de los directivos y de los trabajadores. No concebía, por ejemplo, que en una reunión entre profesionales, en la elaboración y control del Análisis de la Situación de Salud de un territorio dado, la ética no fuera la que presidiera la misma y que las relaciones interpersonales fueran consecuentes con este principio.

 

Sabía de la importancia de dominar con profundidad algunos de los Principios Universales de la Administración tales como el Principio del carácter limitado del alcance administrativo, tan importante cuando se diseña un sistema organizacional, y que frecuentemente es la causa de la separación de sus cargos de directivos a los cuales se les señala su incompetencia al frente de una determinada institución cuando el alcance limitado de su gestión no le posibilita ser exitoso en una entidad con un diseño organizacional que sobrepasa las facultades del ser humano para dirigirla dada su magnitud y complejidad pero que, además, ubica al frente de la misma a personas sin una experiencia y preparación previa.

 

Conocía la vigencia del Principio de la necesaria correspondencia entre medios, autoridad y responsabilidad, también violado frecuentemente por desconocimiento de determinados niveles de dirección, que ubican a directivos en instituciones confiriéndole la responsabilidad del cargo pero sin los medios materiales, humanos y financieros mínimos necesarios para cumplir las misiones encomendadas ni la autoridad conferida para llevar a cabo su responsabilidad.

 

Recordamos que muchas veces repetía que antes de separar del cargo a un hombre o a una mujer al frente de una institución de salud que se sabían personas trabajadoras y honradas, había que revisar el diseño organizacional de la entidad, para poder delimitar el grado de responsabilidad del directivo, porque de ahí se deriva la conducta a seguir.

 

El proceso para la toma de decisiones no estaba condicionado a intereses que no se correspondieran con el objetivo real de lo que se quería obtener, pero además eran colegiadas, o al menos eso nos hacía crecer, era un verdadero trabajo en equipo.

 

Fue un Maestro sin igual en el arte y la técnica de dirigir reuniones, las cuales además de administrativas se convertían en escenarios docentes por la enseñanza que entrañaban. Al culminar estas nos llevábamos dos agendas: las de orientaciones vinculadas con el trabajo de dirección que desempeñábamos y otra de lecciones aprendidas. Ambas nos acercaron cada vez más a la realidad del mundo de la salud pública cubana.

 

Abelardo poseía una extraordinaria habilidad para enfrentar y cumplimentar las tareas más difíciles que le pudieran encomendar. Poseía paralelamente a ello, el dominio y la inteligencia para identificar quienes serían aquellos que lo acompañarían para ejecutarlas y definir lo que le correspondería hacer a cada cual, una característica de los líderes exitosos. Los años han pasado y todavía conservo fresca en mi memoria su habilidad para reconocer públicamente al culminarse la tarea en cuestión, el nivel de participación de todos los que colaboraron y no atribuirse los éxitos sólo a él. La práctica del liderazgo compartido era una cualidad permanente en su desempeño.

 

Qué habilidad cuando asistía a reuniones de conclusiones de determinados controles,(inspecciones, supervisiones auditorias u otras modalidades de las existentes), aunque de antemano se conociera que los resultados no eran favorables, (por eso sus colaboradores decíamos que practicaba la psicoadministración), porque creaba con las relaciones interpersonales que establecía un clima, que el más avergonzado (cosa poca vista actualmente) levantaba sus ánimos, muy favorables y necesarios para interiorizar e interpretar adecuadamente los señalamientos negativos que se le señalaban y que además debería rectificar.

 

La administración del tiempo era otra de sus virtudes por la manera en que podía responder en cortos períodos de tiempo a diversos compromisos. Por su manera de ser, por sus extraordinarias condiciones humanas, por su característica de amigo fiel que fundamentaba esta virtud en bases éticas, percibíamos que le era imposible no hacer acto de presencia en actividades tales como visitar a un enfermo; participar en un cumpleaños aunque fuera minutos para felicitar al homenajeado o hacer acto de presencia en jornadas científicas o reuniones con este carácter.

 

Siempre nos acompañará la imagen suya diciendo presente en los momentos de dolor ante la pérdida de compañeros de trabajo o de los familiares de éstos. Recuerdo con honda emoción haberlo visto subirse, joven y ya no tan joven, a las tumbas de los caídos y pronunciar elocuentes palabras de despedida de duelo que le brotaban espontáneamente del corazón, sin discurso preelaborado, sin alardes.

 

Abelardo fue consecuente con este concepto fidelista y trató a los demás como seres humanos. Cuando vemos algo incorrecto en el trato a las personas o en una decisión que atente contra el compromiso del tiempo que nos ha tocado vivir por dirigentes con una visión que no va más allá de sus narices y que por lo general son efímeros en sus mandatos pues la Historia siempre ajusta cuentas, nos viene a la mente la prédica de Abelardo y su fidelidad a toda prueba a la Revolución y a la salud pública revolucionaria cubana.

 

En ese momento muchos repetimos ¡Que falta hace Abelardo!, tanta era la confianza y la convicción de que ante una injusticia o una decisión festinada si a él acudían o él estaba presente en la toma de decisiones, esa injusticia o ese error organizacional no se llevaba a la práctica con seguridad.

 

A sus honras fúnebres acudieron trabajadores de la salud y pueblo de todos los estratos de la sociedad cubana, tanto era su arraigo en nuestro sistema.

 

Mientras más pasa el tiempo, más nos damos cuenta del hombre de excepción que fue el Dr. Abelardo Ramírez Márquez y de la necesidad de que su recuerdo, sus enseñanzas y su ejemplo no se desvanezcan en el tiempo.

 

Luchemos todos porque ello sea así para bien de nuestro Sistema Nacional de Salud y de nuestra sociedad.

 

Muchas gracias

 

Palabras pronunciadas por el DrCs. Pastor Castell-Florit Serrate en ocasión del Simposium a su memoria en el día del educador cubano

22 de Diciembre de 2008